2/27/2017

Yo arcoriseo, yo relampagueo, yo andamio

por Pedro Patzer

La gramática insiste
con que llover es un verbo impersonal
si vieras cómo llovía
el señor que despedía a su compañera de siempre
llovía como una escuelita en domingo solitario
llovía como un campanario sin palomas
llovía como un piano ejecutado por un pianista obligado a tocar una canción


llueva, granice y nieve,
que las cosas impersonales no fueron hechas para los poetas
¿acaso la gramática se tomó el trabajo de inventar un verbo
para la acción milagrosa  que despierta el arco iris en el hombre:
yo arcoriseo , tu acoriseas, él arcorisea, nosotros arcosiseamos,
vosotros, arcoriseais, ellos arcorisean?


La gramática insiste en hacernos creer
que atardecer es un verbo impersonal
¡Pobres los que nunca atardecen,
no podrán mañana amanecer!
(amanecer, otro verbo impersonal)


Anochezca y si aún le quedan ganas, relampaguee
que aunque la gramática insista con que
anochecer y relampaguear son verbos impersonales,
nosotros los tomamos a pecho, y no le damos la razón
pues de todo corazón, somos inventores de verbos raros
nos gustan tanto los andamios que fabricamos el verbo andamiar:
Yo andamio, tu andamias, él andamia, nosotros andamiamos…
¿Qué es un andamio?
Un andamio - dice don diccionario - es un armazón de tablones o vigas
para colocarse encima de él y trabajar en la construcción o reparación de edificios.
Pero nosotros, sabemos que nunca el diccionario se ha subido a un andamio,
entonces inventamos otra definición: andamio, es mi andar...por eso es anda - mio…
y es mi andar porque los andamios son como renglones de madera, 
que nos hacen ser humanos letras, que escribimos entre el cielo y los edificios, 
andando, andando, andamio!



2/24/2017

De Jonás a Juan, el destino humano

por Pedro Patzer

Jonás es tragado por el gran pez para cumplir con su destino bíblico.
El capitán Ahab, persigue obsesivamente a Moby Dick, porque pretende descifrar desesperadamente el gran secreto de la vida.
Los Selknam les cantan a las ballenas, para celebrar el mensaje cósmico.
Juan, el mendigo que duerme a la intemperie, abrazado a su bolsa que tiene dibujitos de ballenas, ignora si tiene destino bíblico, jamás ha embarcado, ni escuchado el canto de los Selknam, sin embargo Juan, es la síntesis de la respuesta que todavía no consigue la humanidad.

2/15/2017

"Retazos, sonidos de un mundo hecho pedazos" Capítulo 2

Comparto el segundo capítulo de "Retazos, sonidos de un mundo hecho pedazos", mi programa emitido por Radio Caput. Conducción, Pedro Patzer. Producción: Marcos Serrao Gómez Voz invitada: Maria Cecilia Lorenc Valcarce

 https://soundcloud.com/marcos-serrao-gomez/retazos-sonidos-de-un-mundo-hecho-pedazos-14022017

Todos los ríos de febrero, toda la sed de la Chaya

por Pedro Patzer

Todos los ríos de América confluyen en el agua de febrero, agua que para llegar a su destino chayero tuvo que atravesar las soledades del frío, las promesas de la flor, los balbuceos del calor y por fin, la aurora del carnaval. Agua que deja atrás los desiertos acumulados en el año y se entrega a la chaya, porque en la chaya la cultura retumba en la caja: el eco calchaquí, el trueno diaguita, el corazón del albahaca, el alma del pueblo. La caja que por un año estuvo esperando la llegada de tres días enharinados de eternidad, tres días en que la vidalita sentimental y la aloja de algarroba embriagan de vida a la multitud. Aunque uno no sabe si cada golpe de caja chayera es un rumor de siglos o un llamado de porvenir.
El término “Chaya” significa “rociar” o “llegar”, rociar con agua a otra persona, una manera de representar el ritual del agua con la tierra, y llegar, la idea de que llega el momento en que la madre tierra da sus frutos, es decir la época en que el vientre de Pachamama vuelve a parir el mundo.
El Pucllay es el gran personaje de la chaya, el héroe del carnaval que contiene los misterios del aborígenes y criollos, para algunos “Pucllay” significa jugar y representa al viejo alegre campesino.
Hay quien sostiene que el Pucllay es a la chaya lo que Kacharpaya al carnaval santiagueño y salteño. A los dos se los entierra en una senda ceremonia, pero antes se los sube a un burro que es acompañado por cantores y cantoras que bebiendo aloja cantan: “Vidalitas por el carnaval/que se ha de acabar/ al año cabal
¿Qué secretos de la chaya conservarán los algarrobales? ¿tendrá la vidalita la misma edad que la chaya, o ella será una hija del primer idilio entre la copla y la caja? ¿Cuántos árboles se sacrificaron para dar violines chayeros, violines que median entre el misterio de los hombres y los ríos de la tierra? ¿Cuántos olivares y Nogales, cuánto oro de Famatina y piedras del Velasco, cuántos salitrales y desiertos, cuántos hombres y mujeres siendo paisajes, pueden ser resumidos en una copla de febrero?
Caballos alborotados de ancestrales caminos, ranchos que demuestran la riqueza que posee la alegría de los humildes: “Con la frescura de una alojita colada sencilla y enharinada la chaya de los pobres viene con un corazón de tambor y cien palomas de albahaca. a traerte este mensaje de guitarras y pañuelos y a pedirte por tu pueblo tu tesón y tu desvelo. para que muera la pena, para que crezca como un árbol la alegría y amanezcan mañana los tambores templados con el sol de un nuevo día” (Chaya de los pobres – Letra: Ramón Navarro)
La aloja que contribuye a saciar la otra sed, tal vez, la sed más humana, la sed del corazón atiborrado de vida, la otra sed que en tres días conoce los auténticos ríos de febrero
Sin embargo la harina y la albahaca saben que América es sinónimo de agua, porque la harina y la albahaca sospechan cuántos dioses silvestres se desatan cuando el agua moja la tierra, cuando el agua desata la chaya. Esa chaya que hace del vino riojano un río que siempre va hacia el mar del carnaval, esa chaya que hace de febrero un renacimiento de harina, un destino de albahaca, una catedral pagana del vidalear. Porque la chaya celebra una religión que tiene como único templo el fervor de su pueblo, porque la chaya está ahí para recordarnos que hay voces, cantos, rituales, presencias, visiones de la Tierra, que persisten entre nosotros
La felicidad del chayero es muy dificil de explicar, una dicha antediluviana, un bienestar del paraíso perdido, esa euforia de pertenecer a la riqueza de la existencia con las manos vacías, eso de ser a la vez parte del árbol, del cerro, del tiempo. La chaya no nos considera habitantes de esta tierra, la chaya nos hace ser la Tierra. Por eso la chaya es aborigen: Nuncancholo/ Piscocamani/ Saucepatamp/ Iguaicami/ Tumpa vaira/ Basta vaqui/ Brasos mique/ Purmai carpi
¿Cuántos dioses ebrios, cuántos héroes de la albahaca, cuántas vidalas como urgentes rezos ha entregado la chaya? La chaya es la manera que el riojano y el catamarqueño tienen de alcanzar la vida en vida, tal es así que este carnaval que posee como protagonista al Pucllay ha engendrado un verbo: “Chayar”. Según Lafone Quevedo, Chayar, significa “andar machado, con mozas en ancas, pechar en las alojeadas, cantar la vidalita” aunque nosotros consideramos que chayar es encender el fuego sagrado de un pueblo, conectar con los primeros idiomas, con todo aquellos que dicen los árboles y los ríos y también todo lo que sabiamente prefieren ya no decir nuestros muertos. ¿O acaso creemos que la Chaya no está hecha de la memoria padre Angelelli? “Pegando bien el oído a nuestro pueblo, especialmente a los pobres, a la juventud y a la experiencia recogida por los ancianos”
¿O acaso creemos que la Chaya no está hecha de la inolvidable poesía de Ariel Ferraro? “Echad sobre la herida inventada en mis manos,/ Un poco de su tierra/ Feroz y aventurera;/ Que entonces,/Ah, entonces!.../Las ardidas palabras que guardé tantos años/ Me brotarán desnudas en aires de vidalas/ Para decir cantando/ Su raro abecedario”
¿O acaso creemos que la Chaya no está hecha de las coplas anónimas que de siglo en siglo navegan hasta las orillas de cada febrero? “Cuando canto la chayera ¡ay sí! / Me dan aganas de llorar ¡Ay no!/ Porque se me representa ¡Ay así! / El martes del carnaval ¡Ay no!/Tuyo hei de ser mientras viva/ riojanita linda/ Vamos, vidita, vamos a juntar/ ramitas de albahaca/ Ay, vidalita, para el carnaval/ Carnaval alegre/ Ay vidalita, que ya va a empezar/ Chichita y aloja/ Ay, mi negrita, vamos a tomar”
La chaya concentra a siglos de canto en Malligasta; Anguinán; Nonogasta; Vichigasta; y en la catamarqueña Pomán, aunque la chaya sintetiza el ancestral diálogo entre el agua y la tierra, entre el hombre y el mundo. Ella es un espejo de milenios, un fervoroso recuerdo de la aurora andina.
Y que los bueyes esperen, y que los cerros callen, y que la lana de guanaco no insista con las viejitas endemoniadas, y que los burros se aburran de esperar a los humildes peones, porque estos tres días de febrero, son, los tres únicos días en que todos somos iguales antes los ojos del Carnaval.

2/12/2017

Destino de barro

por Pedro Patzer

¿Cuántos idiomas han desaparecido pero están latentes en eso que el hijo del continente siempre está por decir? ¿Cuántos ríos reclaman desde hace siglos su antiguo nombre y a veces protestan hasta la inundación? ¿Cuántas ánimas que penan, que algunos llaman leyendas y otros saben que en realidad son todas las cosas que esta tierra se ha quedado con ganas de denunciar? ¿Acaso creemos que esos idiomas, aquellas ceremonias, los nombres de tantos mundos que desaparecieron con la feroz conquista, no andan entre nosotros, buscando quien los pronuncie en una copla, en una vidala, en una pintura, en un camino? Si miramos bien, si escuchamos bien, si ponemos nuestra percepción en ello, recuperaremos algo de aquellos mensajes ancestrales de la tierra. Como el hombre que trabaja con el barro escucha lo que éste dice, el barro es canciller de la Pachamama, por eso el barro en las manos de un hombre transmite el tránsito de antiguos soles, soles sagrados, soles que todo lo amanecían. El barro en las manos de un hombre recupera las primeras llamadas de este continente: las oraciones que hacían llover y las plegarias que calmaban la furia del volcán. Un hombre que toma contacto con el barro es como el sabio y el libro, como Martín Fierro y la guitarra, como San Francisco y la pobreza.
En el barro hallamos hermanos de los ríos e hijas de la cordillera, hombres y mujeres de vasijas y selvas, diluvios y pájaros de leyendas, cerros míticos y templos del relámpago, cóndores y cantos salvajes, sacrificios y danzas.
No le temamos al barro pues lo que nos empobrece es el desierto y su pulcritud.

2/08/2017

Retazos, sonidos de un mundo hecho pedazos! Programa de radio de Pedro Patzer

Retazos, sonidos de un mundo hecho pedazos!

Conduce: Pedro Patzer

escuchá aquí

 https://radiocut.fm/audiocut/retazos-sonidos-de-un-mundo-hecho-pedazos/



2/06/2017

La ironía de nuestra historia

por Pedro Patzer



Que el “Orador de mayo”, Juan José Castelli, haya terminado con su lengua extirpada
Que uno de los más feroces protagonistas de la guerra civil argentina se haya llamado “General Paz”
Que tres directores de la Biblioteca Nacional hayan sido ciegos: José Mármol, Paul Groussac y Jorge Luis Borges.
Que Sarmiento haya encontrado, después de Caseros, un ejemplar de su Facundo, - el libro que escribió en nombre de la civilización - en la biblioteca del “bárbaro” Rosas.

2/05/2017

Los ojos de la poesía

por Pedro Patzer

Cuando el poeta Miguel Hernández, uno de los hombres más libres que ha dado la vida, murió en prisión, no pudieron cerrarle los ojos. Su compatriota, Alejandro Casona aseguraba que los árboles mueren de pie, Miguel Hernández murió mirando la vida. O tal vez la muerte le tomó los ojos por asalto, o quizás la vida, acurrucada como polizona, no comprendió que la travesía que consideraba eterna, había llegado a su fin.
Ese hombre que se olvidó los ojos abiertos en la vida, ya había sido dado por muerto, tres años antes de morir en Alicante. Intelectuales exiliados en Cuba pensaron que Miguel Hernández había sido fusilado en Madrid el 20 de julio de 1939, cuando en realidad el poeta murió en marzo de 1942 en una cárcel de Alicante. La noticia estremeció hasta el punto en que se organizó un tributo y se editó un libro de poemas póstumos del poeta, sin ser póstumos en realidad. Aquí su poesía, se había colado en la muerte, la había escrutado desde la vida.
A casi ochenta años de su muerte, esos ojos son como la poesía, que cuelan la mirada de los inmortales, en medio de la cotidiana ceguera de los mortales; nos advierten que la mirada de un poeta, lleva la vida, más allá de la vida.


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La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...