6/25/2017

El Arte de Ser Humano

por Pedro Patzer

Hay ciertas presencias que nos ayudan a dominar el arte del silencio
y ciertas ausencias el arte de los recuerdos,
hay sucesos que nos adiestran en el arte de la resistencia
y vísperas en el arte de la espera,
hay ríos que nos enseñan el arte de la orillas,
y fuegos, el arte de ser la llama que todo lo purifica,
hay vientos que nos instruyen en el arte de las canciones de nadie
y sabios que nos transmiten el arte de las colinas,
hay sedientos que nos convidan el arte de los desiertos,
y caminantes que nos revelan que el arte del horizonte
sólo se adquiere en el camino
Los viejos maestros suelen decir que el arte de la existencia sólo se alcanza
desenvolviendo el juguete que el adulto dejó varado en su mirada

6/20/2017

Todo lo que los descensos de Quilmes me enseñaron


Por Pedro Patzer



Quilmes es como la vida, no es como deseamos que sea, es como es.
Generalmente las autobiografías fracasan ya que no suelen ser las mejores pinturas de los autorretratados, de hecho las mejores biógrafos de alguien son sus hechos, sus milagros cotidianos, sus vínculos, sus pasiones, sus amores, sus caminos, sus derrotas y sus victorias. No sólo sabemos de San Martín por la liberación de Sudamérica, también dice mucho de él, su amor por la guitarra y el vino. Einstein, no sólo es recordado por la teoría de la relatividad y sus hallazgos científicos, también por su torpeza. Los hijos de sus colegas y amigos esperaban la visita de Albert, ya que siempre rompía algo: arreglos de mesa, jarrones, platos, etcétera. Manuel Dorrego no sólo es memorado por su injusto fusilamiento, también por ser un gran bromista: fue sancionado por San Martín, cierta vez que se burló de la delicada voz de Belgrano, entre tantos otros apercibimientos que recibiera a causa de sus bromas. Estamos hechos de muchas cosas, o como diría Pablo Neruda de su poesía, somos una ola hecha de todas las olas. Mi biografía, como la de tantos hinchas, está hecha, entre otras cosas, por la compleja historia del Quilmes Atlético Club (me niego a llamarlo “Atletic”, como fue fundado por los ingleses adictos al té y que generara el nacimiento de su archirrival “Argentino de Quilmes”, apodado el mate)
Wikipedia advierte que Quilmes es el club que más veces perdió la primera categoría en la historia del fútbol argentino; pero también el que más veces ascendió. Pienso en cómo se parece a mi vida esta definición: ¿Cuántas veces me fui al descenso, pero cuántas veces hice todo para volver a ascender? Y subo la apuesta, cómo se parece a mi Argentina: ¿Será el país que más veces se fue al descenso pero también, gloriosamente, el que más veces consiguió ascender? Dictaduras, crisis económicas terminales, neoliberalismo, pobreza, y de repente se pone de pie y juzga a los militares, y vuelve la democracia, y vuelve a caer, y vuelve la justicia social, y vuelve a caer y así. Sin embargo hay algo en esto de tener fe en el ponerse de pie, una fe tan argentina, tan del hincha de Quilmes que hasta podría llegar a decir que después de cada descenso, de cada crisis, no somos los mismos y que hasta - paradójicamente -somos mejores. Por estos días en que habita en mi la desazón de regresar a la B, recordé al mejor de los peores jugadores que se haya visto en el fútbol mundial. Un crack con mala fortuna, un habilidoso que nació con los pies equivocados, me refiero a Castro Villaselín, ex jugador, por supuesto, de Quilmes. A muy pocos jugadores se los ha visto hacer las cosas que a Villaselín: iniciar jugadas maradonianas desde la mitad de la cancha, eludir a cinco rivales,  alcanzar el área, superar al arquero y ahí, dejar su huella castrovillacelinsense  y mandarla a la tribuna. Cierta vez, en la cancha de Laferrere, Castro Villaselín tapó con su pecho un remate de un rival, evitó el gol y desde el área chica compuso una jugada que debiera ser recordada como “La gran Castro Villaselín”, desde el punto del penal comenzó a danzar con el balón, sus movimientos eran de una belleza muy pocas veces vista  en la historia de la cancha de Laferrere y diría en la historia del Nacional B (como se llamaba en los noventa a la segunda división) Villaselín comenzó a eludir rivales, eran un toro desdeñando a los toreros, no había espectador que no sospechara que estaba siendo parte de un acontecimiento irrepetible (no hay registros fílmicos de esta “contrahazaña” deportiva) porque el mejor de los peores jugadores dejaba la prosa del fútbol para habitar la poesía, de modo que Castro Villaselín, entre caños, bicicletas, y otros menesteres, eludió a los once jugadores de Laferrere, dado que el arquero se vio encandilado ante lo sublime de semejante jugada. Villaselín estaba solo frente al arco, fue entonces que el gran Castro, el que había dejado a todo el equipo rival revolcado en la cancha, el que hizo del público de un partido mediocre, testigo de un suceso extraordinario, mandó la pelota al circo que estaba instalado en el terreno lindero.
La hinchada de Quilmes no se quejó, la de Laferrere no se burló, todos sabían que allí había un distinto, un jugador que venía a enseñarnos – como Quilmes y sus descensos, como Argentina y sus crisis - el otro corazón de este juego que todo creíamos saber de memoria.




6/10/2017

6/09/2017

La Música

por Pedro Patzer

Desde hacer un café, a componer un poema; desde celebrar un amor, a una conversación con el vecino; desde un silencio entre amigos, a una despedida irremediable; desde leer un libro a asistir al trabajo; desde un nacimiento a alcanzar la cima del Aconcagua; desde un movimiento político a un manifiesto artístico; desde un sí a un no; desde un recuerdo a un gesto de porvenir; desde una peregrinación a una víspera; desde una clase magistral a una ceremonia ancestral; desde una trompada a una caricia; desde dos que se toman de la mano, al solitario que junta sus manos para orar. Si algo carece de música, es falso.

6/03/2017

La Poesía que no fui

por Pedro Patzer

Los poemas que no escribí se transforman
en feroces locomotoras varadas en museos que nadie visita,
los versos que no escribí devienen
en sirenas disecadas en mapotecas de odiseos embalsamados,
la poesía que no escribí se convierte
en los saludos cordiales de las cartas administrativas.
La poesía que no fui se parece
a los ojos en los que nadie ha encontrado miel,
a los solitarios amaneceres en las bolsas de comercio,
a las monedas que en las manos de los pordioseros, camuflan
los estigmas de los mismos cristos de siempre

6/02/2017

Un Fernando hecho de muchos fernandos

por Pedro Patzer
                                                                                                               

El poeta más importante de Portugal, también se llamaba Fernando, Fernando Pessoa y tenía como característica principal el uso de heterónimos, identidades poéticas para cada visión del mundo. De modo que Pessoa firmaba como Álvaro Campos sus poemas colmados de saudade, como Ricardo Reis sus versos neoclásicos, y como Alberto Caeiro, sus estrofas más escépticas, entre tantas otras identidades literarias que el Fernando de Lisboa se inventó.  
                   Del mismo modo, el Fernando rioplatense, nuestro Fernando Peña tuvo muchas vidas por cada uno de sus personajes. Fernando tuvo una vida como cheto de doble apellido, un tal Rivoira Lynch, y una vida como Sánchez, el linyera; Peña tuvo una vida como Dick Alfredo, locutor de un programa frívolo, y una vida como Pepe, el sepulturero. Fernando tuvo una vida como Rafael Orestes Porelorti, político corrupto y una vida como diva radial cubana, Milagritos López – la que enamoró en un vuelo a Lalo Mir – Peña tuvo una vida como Mario Modesto Sabino, el viejo protestón, pero también tuvo una vida como el cliente que en el teatro dialogaba con una prostituta, y tuvo una vida como el artista que denunciaba en escena la “Mugre” del mundo, y una vida como René, el personaje de Sol Negro; y una vida como el hijo de Pepe Peña, comentarista de fútbol, y de la actriz  María José Malena Mendizábal; y una vida como el joven entrevistado que irrumpió en la tv para decir que tenía HIV y que "La gente que vive apasionada muere joven”, una vida hecha de tantas vidas que él decidió llamarla:  “La esquizopeña”
Es injusto decir que Peña se fue a los 46 años, porque si sumamos las edades de Dick Alfredo, Mario Modesto Sabino, Martín Rivoira Lynch, Milagritos López, Rafael Orestes Porelorti, La Mega; las edades del artista que hacía declaraciones para despertar a los corazones anestesiados, el artista que quería devorarse a la vida de un sorbo, debiéramos concluir que Fernando vivió más de 500 años, porque Peña logró alcanzar la edad que muy pocos alcanzan: la edad de (todas las voces) de sus sueños. 

El Big Bang del alma humana

por Pedro Patzer


La mayoría considera que de tanto buscar galaxias lejanas, la humanidad se olvidó de descubrir la forma exacta del alma.
Lo que esa mayoría ignora, es que hace millones de hombres y mujeres, la humanidad descubrió la Poesía, es decir, halló el Big Bang del alma humana.

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...