2/05/2017

Los ojos de la poesía

por Pedro Patzer

Cuando el poeta Miguel Hernández, uno de los hombres más libres que ha dado la vida, murió en prisión, no pudieron cerrarle los ojos. Su compatriota, Alejandro Casona aseguraba que los árboles mueren de pie, Miguel Hernández murió mirando la vida. O tal vez la muerte le tomó los ojos por asalto, o quizás la vida, acurrucada como polizona, no comprendió que la travesía que consideraba eterna, había llegado a su fin.
Ese hombre que se olvidó los ojos abiertos en la vida, ya había sido dado por muerto, tres años antes de morir en Alicante. Intelectuales exiliados en Cuba pensaron que Miguel Hernández había sido fusilado en Madrid el 20 de julio de 1939, cuando en realidad el poeta murió en marzo de 1942 en una cárcel de Alicante. La noticia estremeció hasta el punto en que se organizó un tributo y se editó un libro de poemas póstumos del poeta, sin ser póstumos en realidad. Aquí su poesía, se había colado en la muerte, la había escrutado desde la vida.
A casi ochenta años de su muerte, esos ojos son como la poesía, que cuelan la mirada de los inmortales, en medio de la cotidiana ceguera de los mortales; nos advierten que la mirada de un poeta, lleva la vida, más allá de la vida.


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