9/01/2016

Los que tienen como patria a la aurora

por Pedro Patzer


El poeta Edgar Morisoli advierte que en la Pampa la diuca no canta porque amanece, sino que en la Pampa amanece porque canta la diuca. Estamos en tiempos en que el mundo intenta callar el canto de la diuca, y por tanto postergar el amanecer.
Es el deber de todo aquel que realmente ha despertado, o mejor dicho, del que ha nacido dos veces, de ser un custodio del canto de la diuca, de ser uno de los que tienen como patria a la aurora.
Entre depredadores de la belleza y mercaderes de la historia, el árbol, el río, el cerro, el desposeído, la canción, la vida, nos necesitan. O seguimos considerando al mundo como un libro muerto, como una receta de un manjar siempre ajeno, o nos decidimos a ser el mundo. La realidad comienza en nuestra voluntad de dejar de ser turistas de la existencia ante tanto avance del desierto, ante tanta vida diseñada por los fantasmas. Hay algo ahí, entre el silencio del que ya prefiere callar porque no consigue palabra que pueda expresar su Atlántida insurgente; hay algo ahí entre el que siente que algo, que viene del más allá pero que existe en el más acá; hay algo ahí, donde se siguen aprendiendo las canciones que  enseñan los ríos perdidos, donde los caminos nos preparan para los confines.
Del agujero del cráneo de Kurt Cobain floreció algo; las manos cobrizas de Yupanqui se fundieron con la Tierra; las balas que mataron a José Martí, a Federico García Lorca, y  a tantos custodios de la aurora, hoy regresan como diucas, diucas que cantan para que vos, que sos el mundo, amanezcas.

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