4/14/2016

Paulino Ortellado y la arisca milonga de los desiertos



Por Pedro Patzer 
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Trabajaba de albañil, de esquilador, de peón, sin embargo cuando Paulino Ortellado tocaba la guitarra, dibujaba con el alma y las manos le hacían caso”, reflexionó Carlos Loza, trovador pampeano, al recordar al héroe de las seis cuerdas de su provincia, al guitarrista de manos rústicas que logró, como pocos, conmover a la arisca milonga de los desiertos.
Del mismo modo en que el viejo resero mantiene diálogos íntimos con el confín, y que el pupitre de la escuela pueblera custodia la madera de la infancia, Paulino Ortellado descifraba, los ocasos pampeanos con su guitarra de alma de caldén. Las manos de Paulino exhibían las llagas producidas por la cultura de la adversidad, las heridas propias de un virtuoso nacido en el interior del interior, allí donde las cartógrafas soledades marcan fronteras, allí donde la milonga es trabajada por los labriegos de la memoria.
Hay un paisito que se revela entre la prima y la bordona de Ortellado; un pequeño país de un río robado; de un pampero como plegaria pagana; de forasteros ante los fantasmas de los salitrales; del galopar clandestino de Bairoletto y los bandoleros sagrados; de las resignaciones de arena y del enorme horizonte sin ecos, aunque lo que el horizonte calla, los artistas como Paulino lo recuperan con sus guitarras.
Ortellado nació en El Odre y fue en ese remoto pueblo del oeste pampeano que entre pala, hacha y otras herramientas de trabajo, aprendió a tocar la guitarra como quien aprende a abrir la tranquera del silencio, para que salgan las milongas más orejanas. Autodidacta, Paulino acudió al conservatorio de la calandria y de los fogones, aprendió a leer del pentagrama en la mirada de su gente, de la música de los caídos de los mapas, Carlos loza recuerda: “un día, él estaba tocando en rueda de amigos y en un pasaje de la obra le erró a una nota, en ese mismo instante Paulino largó una risotada y dijo: “me equivoque fiero” y siguió tocando como si nada, ni ninguno de esos temores al pifie que muchas veces tenemos los que nos formamos en conservatorios. E esa risotada de Ortellado fue la llave a un mundo nuevo en el que me mostró que hacer música es jugar y compartir con el que está escuchando. Un maestro”  Paulino Ortellado consiguió que la huella, la milonga, el estilo, se parecieran a la voz del desierto pampeano; alcanzó un sonido que suena como el callar del molino luego del escarmiento del pampero; la poética de su guitarra logró el ritmo de la breve y extensa noche del peón, y del misterioso horizonte que muy pocas veces es corregido por alguna presencia, porque en las manos de Paulino persistían los  sonidos mapuches y ranqueles, los ritmos que los hijos de Martín Fierro esparcieron por la Pampa y el espíritu innovador que los poetas de su provincia le incorporaron al cancionero.
Wikipedia diría que Paulino Ortellado murió a los 78 años y que nos dejó tres discos: “Travesías”, “Hermana Milonga” y “Para Volver”, aunque nosotros preferimos decir que el guitarrista de El Odre, alcanzó la ciudad de los césares, con sólo tres discos.

4/06/2016

Héctor David Gatica, un poeta de la memoria entre los fundadores del olvido

por Pedro Patzer



Un mismo poeta escribe la Memoria de los llanos y Los Fundadores del olvido, aquel que también retrata Los días insólitos (poemas que denuncian  el genocidio argentino) y Los días del amor (pintura poética de la llegada de su mujer y de sus hijos) Ese artista que crea País desvelado (el desasosiego humano ante la matanza de la dictadura) e Himnos Farisaicos (que abreva en la obra del pueblo de Dios) Un poeta que desde su pequeña comarca, Villa Nidia, levanta la voz de su provincia con la Cantata Riojana y la voz de su continente con Este canto es América. Héctor David Gatica, poeta riojano, lírico universal.
Por esas cosas que tienen el centralismo porteño y la sesgada idea de que somos hijos de los barcos, la mayoría de los “protagonistas” de la cultura argentina desconoce la obra de Gatica. Los auténticos  intérpretes de la cultura, no son los que hablan en aulas magnas, centros culturales o construyen monumentos, sino los que día a día con sus trabajos, sus obras, con sus maneras de despedir a sus muertos y de educar a sus hijos, de cocinar, de poner apodos, de recordar, de soñar y de amar, hacen cultura; desde el hombre en el andamio a la señora que hace el guiso. La obra de Héctor David Gatica, abreva en el genuino fervor cultural de su pueblo, así, en la Memoria de los Llanos hallamos la sabiduría del arriero: “si pudiera juntar las noches sueltas/ que  se han ido perdiendo entre los años/ ensillar los caminos/ ser arriero del viento y del olvido”; del alambrador: “Tenazas callosas/ las manos de los Flores/ tiranteando las cuerdas del potrero”; del cavador de pozos: “Vivió en los pozos, buzo de arcilla,/ buscando el agua de hondas napas frías/ y fue poniendo marcos de cansancio/ en los costados lerdos de los días”  Los desposeídos conforman una parte central de la poética del Gatica del sur riojano: "Yo compartía la vida de hombres que trabajaban en los obrajes, carreros, hacheros, carboneros y si bien un tiempo me parecía que conversar con ellos era una cosa insulsa, porque me había dedicado mucho a la literatura universal, me di cuenta después que lo que realmente a mí más me enriquecía, eran esas conversaciones simples de toda aquella humilde gente"  Sin embargo, la obra de Héctor David Gatica no acaba en el paisaje humano de los habitantes de su comarca, ni en la colorida geografía de La Rioja, Gatica se mete en la Historia grande de su provincia, a través de la Poesía, de modo que evoca a Juan Facundo Quiroga:“Fue un general de noches/ armadas con su nombre/ galopando/ cinchadas al sobaco/ de un corazón rebelde  y a un militante riojano desaparecido en la última dictadura: “desde la noche en que vinieron a llevarte/ tu mujer sigue alimentándose de posibles regresos/ y la inocente criatura/ para quien dejaste el ser todavía en el vientre de su madre/ ya aprendió a caminar/ habla también/ pero no te nombra
Heredero de la tradición poética riojana del grupo Calibar, considera vano definir la Poesía, ya que no puede separarla de la existencia: “La Poesía es algo difícil de definir, por eso más que intentar definirla he procurado vivirla” El camino de su palabra da testimonio de la belleza y de las heridas del mundo y de la humanidad: “Como se necesitan el crepúsculo y alguien que lo contemple/ Dios y alguien a quien amar/ la planta y un ave que se pose y le cante/ así nos necesitamos los amigos
Héctor David Gatica asegura que la infancia siempre nos conduce y que ésta forja una especie de geografía temática que nos dirige el resto de nuestra vida. Poeta del interior del interior, entra tantas cosas, nos enseña que la América profunda comienza en el sueño del poblador de la pequeña comarca: “Y cuentan los abuelos desde el simple/ recinto de sus barbas y apero/ que éste fue un pastizal de altura intacta/ donde andaban sin rumbo los arrieros”
Ante tanta información de la nada, tanta publicidad de cosas que no necesitamos, hay un antídoto: la obra de Héctor David Gatica, un poeta de la memoria entre los fundadores del olvido.

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...