10/27/2014

Elegía de los buzones de Buenos Aires



Elegía de los buzones de Buenos Aires
por Pedro Patzer

El siglo XX tenía 29 años cuando Jorge Luis Borges escribió la elegía de los portones de Buenos Aires. Es decir, cuando Borges lamentó, poéticamente, la pérdida de las tradicionales puertas de su ciudad: “Esta es una elegía/ de los rectos portones que alargaban su sombra/ en la plaza de tierra...Ésta es una elegía/ que se acuerda de un largo resplandor agachado/ que los atardeceres daban a los baldíos...Ésta es una elegía/ de un Palermo trazado con vaivén de recuerdo/ y que se va en la muerte chica de los olvidos…” Tal vez ahora, cuando el siglo XXI es apenas un adolescente rebelde, sea tiempo de urdir la elegía a los buzones de Buenos Aires.
Como si fuera un muchacho de otro tiempo, que espera en la remota esquina a que su primera novia (aquella ciudad) regrese con la primavera perdida. Así, el buzón, el último aristócrata del arrabal, aguarda la llegada de la carta que cambie el curso de su inmóvil día: “Te escribo estas líneas a mano, porque es tan hondo el dolor que siento que mi cuerpo necesita palparlo” A veces pareciera que el buzón protestara: “Yo no soy una estatua” “Yo no soy un monumento de ninguna batalla del silencio” ¿Acaso nadie le advirtió al buzón  que él es un monumento del remoto balbuceo del otro Buenos Aires, la estatua de la ciudad colmada de posdatas?: “Te amaré por siempre” “Mi renuncia es indeclinable” “Espero con mucha paciencia tu respuesta” Otras, pareciera que el buzón quisiera decir: “No me confunda, no soy el antiguo vigilante de la esquina”: ¿Acaso el buzón es un mendigo recibiendo la limosna de la luna o apenas un polizón escondido en esta vieja nave que llaman ciudad? ¿Será un ancla o tan sólo el gran artefacto de la nostalgia porteña? ¿Cómo se mide la edad de un buzón? ¿Cada cuántas cartas cumple años? ¿Dónde se fueron las sombras de las esquinas de sus solitarios días?
Esta es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de adiós. Si bien siguen funcionando, y todos los días pasan carteros a retirar las esquelas, los buzones son cada vez menos. Buenos Aires llegó a tener más de 1400 buzones, hoy apenas persisten 150 ¿Qué sería de las esquinas de la Reina del Plata sin estos mensajeros de la paz? ¿Quién formulará sus preguntas atardecidas? ¿De cuántos Buenos Aires es huérfano el buzón? ¿Será el único que prosigue de pie ante el lamento de la sudestada, cual linyera del viento, cual profeta de la otra orilla de la tempestad?
Esta es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de adiós. ¿Será acaso el buzón, el centinela de la última posdata del día, el fiel testigo de todo lo que hace la noche porteña cuando Dios padece insomnio en sus esquinas? ¿Será el buzón el espantapájaro de ciudad , tal vez su espanta ángeles? Aunque, sin duda, el buzón es el biógrafo del ángel secreto de Buenos Aires.
Dicen que el mejor amigo del buzón es el bar, juntos conquistaron el viejo corazón de las esquinas porteñas: ¿Alguien llevará las cuentas de las veces que Discepolín miró al buzón desde el cafetín? ¿Habrá pensado en las cartas perdidas, en las cartas que jamás escribió? ¿Cuántos poetas habrán soñado con escribir una carta abierta al mundo, y echarla en el buzón?
El buzón es confesor del perro y consejero de los gorriones, el único juguete que le queda al adulto en las esquinas, puerto de barquitos de papel, antólogo de conversaciones: de la prostituta con el redentor, del lustrabotas con el descalzo, del rico cartonero con el pobre millonario.
¿Cuántos compradores y vendedores de buzones habitaron esta ciudad? ¿Será el buzón pariente del mensaje en la botella? Sin duda lo era para el curda que lo confundía con un oráculo griego en plena avenida Córdoba.
¿De qué está hecho su silencio, será que en la boca del buzón permanece intacto el chamuyo de Buenos Aires, las letras de los tangos instrumentales, los piropos (a las muchachas de ayer)? ¿Cuántos compadritos se acodaron en el buzón? El eco de un verso de Raúl González Tuñón los retrata: “En los buzones desteñidos/ se recostó la compadrada” ¿Cuántos locos le echaron flores? ¿Cuántos lloraron abrazados a él? ¿Dónde estarán aquellos ebrios de soledades que mantuvieron estrechas conversaciones con los buzones? ¿aquellos mismos, que en la sombra que el buzón dibujaba en la baldosa, leían la hora exacta del otro Buenos Aires posible?

Esto es la elegía de los buzones de Buenos Aires, un lamento por su pérdida, una especie de despedida a aquella urna de plegarias paganas, de rezos con estampillas: ¿Cuántas veces los buzones nos ilusionaron con aquello de que los secretos de la vida tenían remitente? ¿Serán los buzones, satélites de todo lo que a veces intenta decirnos Buenos Aires? ¿Será su óxido, los soles de los días pasados, la estampilla del otoño porteño? ¿Será la boca del buzón un agujero negro que nos invita a aventurarnos a otros universos, mundos de la infancia eterna, galaxias remotas del barrio? ¿Cuántos  fantasmas y albas de Buenos Aires hubo coleccionado el buzón? ¿Cuántas lluvias y manifiestos de la intemperie caben en su inventario esquinero? “Si pudieras darte cuenta/ lo que encierra tanto sobre.../ la cita de cenicienta/ con algún príncipe pobre.../ O el dolor de tantas madres/ escribiéndole a los hijos/ que la guerra les llevó;/ o la esquela de la novia/ preguntándole a su novio/ por qué un día la dejó” (Fernando Carpio)

Los mismos que ignoran los buzones, son los que no se enteran de las aventuras del jazmín en el noviembre porteño, del girar contrarreloj de las calesitas, del diamante que es posible alcanzar contemplando el cielo porteño.
Esta es una elegía de los buzones de Buenos Aires, una especie de adiós al amigo que nunca faltó a la cita en aquella esquina de la inocencia, aquella esquina de milagros con posdatas.

 

 


10/19/2014

De la injusta omisión de Eva Perón en Mujeres Argentinas obra de Ariel Ramírez y Félix Luna


De la injusta omisión de Eva Perón en Mujeres Argentinas obra de Ariel Ramírez y Félix Luna
por Pedro Patzer
“En esta vieja cultura frita” Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

La historia oficial ha omitido la lucha emancipadora de los caudillos populares, sus manuales ignoraron a Felipe Varela, Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga, entre otros. De mencionarlos eran retratados como salvajes. Del mismo modo la cultura oficial le ha dado a ciudades, pueblos, calles nombres de colonizadores mas ninguno de caudillos populares ¿Acaso existe en Buenos Aires un monumento a Felipe Varela, una plaza llamada Angel Vicente Peñaloza? Siempre los profesores de historia nos hablaron de la crueldad de la mazorca de Rosas. Coincidimos en ello, pero: ¿Por qué jamás se han referido al brutal degüello del Chacho Peñaloza, y de cómo su cabeza fue exhibida como trofeo de la civilización en la plaza de Olta? “Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses(Sarmiento)
Se supone que es la cultura la que debe recuperar del olvido algunos hechos y nombres, sin embargo, es ella la que muchas veces ha sido cómplice de la manipulación de la historia: el Facundo de Sarmiento hace de Quiroga un torturador: “Incapaz de hacerse admirar o estimar, gustaba de ser temido;pero este gusto era exclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida a producir el terror en torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba a ser ejecutada, como sobre su mujer y sus hijos” La zamba La Felipe Varela de Ríos y Botelli hace del caudillo catamarqueño un asesino: “Galopa en el horizonte, /tras muerte y polvadera/ porque Felipe Varela/ matando llega y se va” Con estos antecedentes, entre tantos otros, no resulta curioso el caso de Mujeres Argentinas, obra de Ariel Ramírez y Félix Luna de 1969, dedicada a destacadas patriotas. Allí encontramos representadas musical y poéticamente a Juana Azurduy; Rosarito Vera, maestra; Dorotea, la cautiva; la gringa chaqueña; Alfonsina Storni; Guadalupe Cuenca, viuda de Mariano Moreno; Manuela Pedraza; Mariquita Sánchez de Thompson; todas mujeres de mérito ¿Pero no se olvidaron de alguien? Notable es la omisión de la argentina más universal de todos los tiempos: Eva Perón. ¿Con qué ritmos habría que musicalizar la canción de Evita? ¿Cabe Evita en una dulce zamba? ¿Le será propicio el misterio de la vidala?¿Acaso la emergencia ancestral de una baguala?¿La desesperación de la chacarera, el abismal desierto de la milonga, el río insurgente del chamamé y la canción litoraleña? ¿Será el tango el ritmo donde acunar el espíritu de Evita, o quizás el cielito que tanto masticaron los heróicos soldados de la independencia? ¿Será pues, el triunfo, ese ritmo lleno de derrotas, el apropiado por hacer música el alma de Eva? ¿Tal vez la cumbia villera, la murga, el cuarteto o una canción de rock nacional? ¿Qué guitarra, qué legüero, qué piano, qué violín, qué acordeona podría alcanzar su pasión? ¿Qué letra conseguiría ilustrar sus treinta y tres años de eternidad? ¿Qué plegaria musical se debiera hallar para rezarle a nuestra virgen pagana de la historia contemporánea? ¿Qué canción de pensión, qué oración de parroquia de pueblo  y de orfanato de provincia, qué grito de gol de potrero y de llanto de recién nacido en la modesta salita, qué vidrio roto por los niños del porvenir, qué secreto de juventud brindado por los viejos sabios, qué poema descamisado, cuántos versos descalzos, qué palabras parecidas al pan, que acordes similares a la sed?

La pregunta sigue aguijoneando nuestros corazones: ¿Por qué omitieron a Eva Perón de la obra Mujeres Argentinas? Quizás la respuesta esté en algunos silencios, en ciertas derrotas culturales, en la misma lógica de quienes quitaron del himno nacional argentino (original de 1813) sus versos más combativos: “¿No los veis sobre Méjico y Quito/ arrojarse con saña tenaz,/ y cuál lloran bañados en sangre/ Potosí, Cochabamba y La Paz?/ ¿No los veis sobre el triste Caracas/ luto y llanto y muerte esparcir?/ ¿No los veis devorando cual fieras/ todo pueblo que logran rendir?/ A vosotros se atreve, argentinos/ el orgullo del vil invasor./ Vuestros campos ya pisa contando/ tantas glorias hollar vencedor./ Mas los bravos que unidos juraron/ su feliz libertad sostener,/ a estos tigres sedientos de sangre/ fuertes pechos sabrán oponer”

10/10/2014

Juana Azurduy, mujer revolución


Juana Azurduy, mujer revolución
por Pedro Patzer

La justicia poética hizo que cerca de Potosí , y de su Cerro Rico que empobrecieron los reyes midas de la conquista, naciera una hija de la Pachamama, símbolo de la emancipación continental: Juana Azurduy
Asuntos fundamentales de nuestra indoamérica son femeninos: Mama Pacha, teleseada, chicha, vidala, zamba, chacarera, cueca, tonada, baguala, milonga, Kacharpaya, copla, piedra, montonera, mazamorra, siembra, cosecha, cordillera, vasija, querencia, salamanca, pampa, América. De hecho, uno de los nombres de la revolución de nuestra tierra tiene nombre de mujer: Juana Azurduy
La Azurduy nació un 8 de marzo, día de la mujer (otra metáfora poética de la Historia) aunque esa fecha se eligiera conmemorando a las mártires obreras de Nueva York, los latinoamericanos debemos resignificarla, y celebrar el día de la mujer por el nacimiento de la gran Juana. ¿Cuantas alabanzas y cantos de independencia han pasado de comarca a comarca a través de las Juanas? ¿Cuantos oficios y sabores se han transmitido a través de sus manos, cuántos de sus fervores han corregido la resignación de los hombres, cuántos brazos de Juanas han contenido a los huérfanos de la rebelión de Tupac Amaru, cuántas Juanas han interpretado la llamada ancestral de la América descalza, y han entregado sus hijos a la pasión continental? Juana Azurduy fue la primera ama de casa del continente, si es que entendemos por casa a la Patria Grande. ¿Qué mujer antes que la Azurduy hubo amado a esta tierra de esa manera? Pariente de los vientos aborígenes y del balbuceo de siglos de los andes, el cóndor la trajo del primer cielo, aquel que no tenía a la cruz del sur sino la huella del guanaco sideral. Si bien Juana era hija de don Matías Azurduy, un hombre acomodado, llevaba en su sangre los ríos ancestrales de su madre, doña Eula­lia Bermúdez, una chola de Chuquisaca. ¿Cuántos ecos de ceremonias indias, cuántos idiomas originarios, cuántos dioses de maíz y cerro retumbaban en el corazón de la Azurduy? ¿Habrá sido el corazón de la Juana un legüero de siglos, una caja en busca de la copla latente, el cántaro que combate a la sed que no quitan los ríos ,un fusil de los otros disparos: los que no matan, los que todo lo nacen? Oriunda del cósmico romance entre Pachamama e Inti, Juana Azurduy se ha convertido en madre de la estirpe de mujeres de la Indoamérica que amamantaron las rebeliones de los postergados “Las mujeres tenían prohibido meterse en los masculinos asuntos de la guerra, pero los oficiales machos no tenían más remedio que admirar el viril coraje de esta mujer” (Eduardo Galeano).
Del mismo modo que la Madre Tierra y el sol nativo la engendraran, el amor de Juana Azurduy y Manuel Asencio Padilla fecundó hijos de la resistencia, criaturas de la liberación americana, tal es así que perdieron a cinco de sus seis hijos en la guerra de la Independencia. De todas formas, Juana y Manuel tuvieron miles de hijos culturales, hijos del gran canto americano, como el poeta cubano José Martí: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar”
Juana Azurduy y Manuel Padilla combatieron el avance español en la región de Chuquisaca y las selvas de Santa Cruz de la Sierra. Parece que las selvas de esta parte del mundo tienen como destino cobijar a los hombres y mujeres de corazones libres. ¿Serán las selvas latinoamericanas santuarios revolucionarios, serán las selvas de aquí, templos donde el corazón humano busca el eco de la canción más libre, donde el pájaro del alma libertadora hace nido? Como a todos los que luchan por la libertad, a Juana y Manuel intentaron humillarlos, les arrebataron lo que los verdugos creyeron era todo: tierras, posesiones, sin embargo nunca pudieron quitarles ese sueño loco, esa riqueza que nadie puede robarle al humano cuando descubre el sentido de su vida, su manera de dignificar la existencia, no pudieron despojarlos del pan revolucionario. Tal es así que intentaron corromper Manuel , a lo que la gran Juana respondiera: “La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, mas no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego” La lucha y dignidad de Manuel y Juana fue un ejemplo fundamental para nuestros libertadores, Simón Bolívar, manifestó: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”
Juana Azurduy , protagonista de la guerra de la independencia, comandó a los guerrilleros que liberaron al flagelado Potosí de la angurria de oro de los conquistadores españoles, por su coraje y su heroísmo el gobierno de Buenos Aires le otorgó, en 1816, el grado de teniente coronel,que hizo efectivo el revolucionario Belgrano al entregarle el sable correspondiente. Sable que la valiente Juana utilizara en la Batalla de Villar, donde fue herida y tomada “cautiva” por los españoles. Su Manuel consiguió liberarla, aunque él no pudo escapar de la muerte. A Manuel le tocó morir en plena primavera americana, no obstante Padilla fue una semilla lanzada en el viento de Abya Yala. Wikipedia indica que Manuel murió el 14 de septiembre de 1816, sin embargo los corazones rebeldes de este continente: los corazones que cantan justicia en Chiapas, que resisten en Honduras, que sueñan en Venezuela y Ecuador, que levantan las banderas de los de abajo en este sur del sur, anuncian que don Manuel permanece vivito y revolucionando.
Como San Martín, Belgrano y todos los que pelearon por la emancipación continental, Juana Azurduy terminó en la más absoluta la pobreza: "A las muy honorables juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (...) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede corresponderme".
Sabemos de los sendos cantos de cuna indios y campesinos entonados por madres que hacen dormir a sus hijos, la vida de Juana Azurduy es un canto de cuna, que nos ayuda a despertar a la Historia, que nos ayuda a florecer al amanecer americano, al destino que no es un decreto de los dioses sino una construcción de los hijos de la Pachamama y sus revoluciones.
¿Quién dijo que la Historia no escribe Poesía? Juana Azurduy nació el 8 de marzo (día de la mujer) y murió un 25 de mayo (día en que los argentinos conmemoramos nuestra revolución) El poema de la Historia es clarísimo: Juana Azurduy es la mujer revolución


La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...