12/20/2013

EL DESIERTO

El Desierto
por Pedro Patzer*
 
Hay gente que cree que el desierto sólo se encuentra en el desierto, pero vimos, que el desierto nace en ciertas miradas, en ciertas oficinas de grandes ciudades, en ciertas heridas que los médicos jamás consiguen diagnosticar, en las fronteras que los mapas desconocen (¿dónde empieza la pobreza, dónde acaba el pan, dónde nace el oro del silencio y muere el oropel de la palabra?) en las luces que la ciencia no alcanza a clasificar, en las ausencias que las sinfonías no logran musicalizar.
Los que buscan el desierto en el desierto jamás han de hallarlo, ya que los corazones sin mar son las semillas del desierto, y quiénes están convencidos de que las tierras sin mar, no tienen mar, son los mismos que desconocen la aurora que dentro lleva cada hombre y el rocío de los enamorados que se mezcla entre la sangre y el petróleo del mundo, y el reloj que sigue anunciando lo perdido en la casa abandonada.
Los que buscan el desierto en el desierto suelen confundir el fantasma con el alma, el ego con el corazón, el mundo con la vida.  

12/05/2013

La cultura que nos incomoda, nos emancipa

La cultura que nos incomoda, nos emancipa
por Pedro Patzer


Leemos a Borges y a Kusch, vemos películas de Favio y Fellini, escuchamos a Yupanqui y a Lennon, nos emocionamos con las obras de Berni y Picasso, pero de nada sirve si no conseguimos sentirnos derrotados ante el pibe descalzo en la esquina. La cultura es una manera de desarrollar la sensibilidad, no un laboratorio donde aislarse del mundo.
La cultura donde menos habita, es en los suplementos culturales, de hecho allí se enferma de catalepsia como la palabra “vida” en el diccionario. ¿Qué tiene que ver la furia de Van Gogh arrancándose la oreja (cansado de escuchar los ruidos del mundo) o la pobreza de Juanito Laguna, con el miserable que cuelga sus cuadros en sus casas de campo? Cuando la cultura bosteza, cuando las heridas de Cristo están prolijamente pintadas, cuando el Che agoniza en las remeras , cuando la cultura no nos incomoda se vuelve eso mismo que nos enferma el alma. Por eso la tarea de Silvia Barrios con sus cantos indígenas, incomoda; por eso el kultrún retumbando siglos, incomoda; por eso los gritos de Horacio Guarany incomodan al sibarita de la música; por eso Jauretche incomoda a los filósofos afrancesados como el pueblo peronista incomoda al socialista de café; el yaraví incomoda al dueño de los réquiem de la civilización; lo que cuenta un canoero del Paraná, incomoda al lector de la revista Weekend |, lo que dicen los curas tercermundistas, incomoda al obispo, lo que denuncia Luis Domingo Berho en su poesía linyera, incomoda a la crítica literaria que se masturba con la poesía de Juárroz.
Incomoda todo lo que nos emancipa, como el adolescente pudoroso que nota que su cuerpo cambia, la cultura nos incomoda porque siembra una semilla en el corazón y hace que florezca en nuestro espíritu, la flor que hace siglos anda buscando el jardín secreto de nuestra Libertad.


10/02/2013

Madre del silencio

MADRE DEL SILENCIO
Pedro Patzer


Después de la muerte de mi madre, las flores prosiguieron con su tarea de fragancias y colores, los pájaros continuaron con su sinfonía de auroras, las lluvias siguieron intentando limpiar el mundo, las estatuas insistieron con su indiferencia, los mendigos empollaron diferentes profetas en los atrios de los templos, el crimen reclutó otros sicarios, el amor convocó nuevos amantes, la noche siguió repartiendo sueños e insomnios, el dios de los ortodoxos perseveró en su silencio, el Dios de los caminantes volvió a pronunciarse en los caminos, el oro continuó siendo el sol de los dormidos, y el sol de los despiertos profundizó el otro alba, los mercaderes siguieron contando dólares y cadáveres, los hombres libres en su lucha por la victoria interior, los árboles dieron nuevos frutos y ofrecieron la sabiduría de las viejas sombras, las islas desiertas y las pobladas cárceles, las montañas y los ríos permanecieron develando el secreto, algunos niños jugaron a la mancha, otros se escondieron en el bombardeo, los que desde hace siglos hacen trincheras y tumbas, continuaron haciendo pozos petroleros, se escribieron muchos testamentos y algunos poemas, los relojes prosiguieron en su engaño, los verdugos ofreciendo su último cigarrillo, la luna se desató sobre el Paraná y sobre el patíbulo, demasiados padecieron la hambruna, unos pocos la gula; se descubrieron nuevas músicas, también flamantes silencios; horneros hicieron nidos, ejércitos ruinas; la bala naranja del poniente siguió hiriendo mortalmente al día, teléfonos sonaron en casas vacías, pianos en colmados teatros; contados polizones ejercieron su condición en barcos, innumerables polizones ejercieron su condición en la vida, algunos alcanzaron el nirvana, otros regresaron a la caverna, varios declararon su amor, los mismos de siempre, la guerra. Muchos nacieron, otros murieron, la mayoría siguió habitando el mundo, sin conquistar la vida. Mientras, mi madre, volvió a nacer (me) en mi (su) silencio.  

8/16/2013

Una plegaria desnuda

Una Plegaria desnuda
por Pedro Patzer*



 
A mi madre que una vez me dio la vida y que ahora me inauguró en su  eternidad
Que un anciano nos confiese que le ha llevado toda la vida aprender a nacer. Que el pájaro cante por primera y última vez su gran canto (para luego ser él el gran canto, que será alcanzado por el pájaro venidero) Que las nubes sigan cambiando de forma, aunque nadie las contemple (como si fueran juguetes del cielo, que los niños cósmicos han olvidado en sus habitaciones etéreas) que los ausentes enriquezcan nuestro silencio; que nuestros pasos sean los del horizonte ( y nosotros, un nuevo camino del porvenir) que nuestros espíritus y cuerpos imiten el idilio que mantienen, desde hace siglos, las banderas y los vientos; que por lo bello no se mate ni se muera (que por lo bello se viva y se lo nazca todo) que nadie sea huérfano de la aurora; que entre Dios y el desasosiego humano haya un “gracias”; que el dolor nos obsequie semillas de ángeles; que aceptemos nuestros modestos milagros; que plantemos árboles en las viejas trincheras del mundo; que alcancemos la cima del gran montaña con sólo cerrar los ojos (los hombres que llegan a la cima de la vida, casi nunca han escalado un montaña, aunque seguramente, lo han amado todo) que la humanidad aprenda algo de los ríos sin nombres y del cabalgar sin destino de los caballos salvajes; que los oprimidos desaten las revoluciones que han permanecido dormidas por miles de años en sus silencios; que el pianista interprete los ladridos nocturnos de las ciudades sin alba; que en las escuelas se nos hable de las flores que crecen entre los escombros; que el opulento sol de los funerales nos preste un poco más de su sabiduría; que el árbol nos ayude a atravesar de pie, el invierno humano; que entre el antiguo griego y el mendigo de hoy, el pan cante su definitiva victoria; que los puentes comiencen a explicar el secular secreto de las orillas; que en cada desnudez intuyamos la hermosura del desierto; que la luna sea un espejo de las dignas soledades de los libres; que la conciencia de ser mortales nos invite a amar como inmortales; que cada lluvia recordemos que es la primera lluvia de algunos y la última lluvia de otros. Que contemos eternidades cotidianas hasta despertar. Que de una vez por todas comprendamos, que sólo muere lo que es del mundo mas permanece vivo lo que es de la vida.

8/05/2013

Luis Domingo Berho, el poeta biógrafo de nuestras pequeñas grandes cosas


Luis Domingo Berho, el poeta biógrafo de nuestras pequeñas grandes cosas
por Pedro Patzer*
 
Luis Domingo Berho nació en Lobería, cuando el siglo XX tenía 25 años. Aunque Berho tuvo muchos nacimientos (y demasiadas muertes) en diversos lugares. Berho nació varias veces en los caminos, pues Luis Domingo se hizo linyera, o quizás, la vida y la Poesía le exigieron a Berho que asumiera tal condición, tal vez para aprender el otro color de la riqueza, para distinguir quién es el auténtico pobre y rico, del vivir. “Tanto andar por las orillas/ del camino carretero,/ sabía más que un ingeniero/ de puentes y alcantarillas./ Rejuntador de colillas,/ linye de pocas ganancias./ Hacía largas distancias/ por los llanos y los cerros,/ y peleando con los perros/ recorría chacras y estancias” De esta manera, Luis Domingo Berho nos enseña que pobre es el que no se hace dueño de la riqueza de su día: “Dueño de campos y arroyos,/ no lo paró el alambrao./ Sin rumbo pero rumbiao, / por esos caminos criollos./ En ser libres sin escollos/ con el viento competía./ Pudo arrullar su agonía/ alguna canora orquesta./ Y el eco de una protesta/ se perdió en la lejanía”
Berho nos da clases de riqueza, pobre, es el que no consigue alcanzar los tesoros simples de la arpillera: “Hoy te canto alpillera/ que serviste pa´todo uso. /¿Qué fue lo que no se puso / en una bolsa cualquiera?/ aunque viniste de ajuera/ para embolsar los cereales, tus servicios fueron tales/ que hoy decirte necesito/ que ocupás un lugarcito/ en las cosas nacionales” Luis DomingoBerho es el biógrafo de nuestras pequeñas grandes cosas (pequeñas grandes riquezas), así, con maestría, retrata, la cocina de chacra: “Cocina vieja cocina/ que jué de siete por cuatro./ lugar donde fuera el teatro/ de la reunión campesina...Aquí se afiló un cuchillo,/ por acá se pasó el amargo,/ aquí estaba el banco largo/ bien lavao con el cepillo...Aquí jué la choriciada/ y el baile con acordeón;/ aquí se colgó el jamón/ y la caña choricera,/ cerquita de la arpillera/ del cielo raso panzón...Aquí se sintió el olor/ que da la leña de vaca,/ o el del guiso que se saca/ con paciencia y con amor/ Aquí se sintió calor/ la noche más invernal”
Hay en la poesía caminante de Berho un tono elegíaco, es decir, un lamento por lo perdido. Quizás por el mundo perdido de las pequeñas cosas, así el poeta linyera nos revela el universo del viejo sulki: “Al mirarte sulki viejo/ tirao atrás de un galpón,/ cabrestiando al corazón/ con rumbo al pasao me alejo” Detengámonos en el último verso: “con rumbo al pasao me alejo” La genialidad de este verso consiste en que el sulki, que tanta huella ha desandado, y que ya inmóvil, asume el resignado camino, el de volver al pasado: “con rumbo al pasao me alejo” En el mismo tono nostálgico, Luis Domingo Berho nos retrata el molino roto: “Hace ya unos cuantos años/ que ni un chorro de agua saca,/ toda la torre se hamaca/ y chillan los travesaños./ Se le han oxidado los cañas/ y le falta la sopapa” pero son los versos siguientes donde expresa el dolor que siente el molino por dejar de haber sido: “Como nadie lo arregló,/ así jué quedando en ruina, /por eso cuando rechina/ suelta una queja estridente/ que va a clavarse doliente/ en el alma campesina” Abundan, en la obra del poeta linyera, las elegías a los objetos cercanos, por ejemplo, a la Guitarra perdida” “Con vos yo le canté a ella/ y a mi pasao errabundo/ porque vinimos al mundo/ los dos con la misma estrella;/ guitarra, en alguna huella/ despertarás de tu sueño/ y sonarás con empeño/ si te ves acompañando/ a un criollo que esté cantando/ las milongas de tu dueño” Una especie de despedida a la última gaviota del día: “Murió en la tranquera rota/ la víbora de la senda/ y volando a media rienda/ iba la última gaviota./ Salió una estrella grandota/ pa´las otras de siñuelo/ y en el campo azul del cielo/ ya iban siendo numerosas,/ las semillas luminosas/ que se habían sembrado al vuelo” Y así hallamos despedidas a los boliches de antes: “Vos fuiste un boliche de antes,/ y hoy en tus horas de calma,/ por ahí no pasa ni un alma,/ reseros y caminantes”Aunque de todas formas, la gran elegía de Luis Domingo Berho, el himno de las despedidas de su obra es “Estación de vía muerta”: “Estación vieja y deshecha/ que fuiste todo alegría,/ cuando era una romería/ el tiempo de la cosecha./ Hoy parece que te pecha/ el mancarrón del olvido./ Quien sabe pa´ande se ha ido/ bolseros y capataces;/ hombres fuertes y capaces/ que pa´siempre se han perdido
La Poesía de Berho tiene la virtud de enseñarnos la hermosa lejanía de lo cercano, los mundos posibles, latentes en lo cotidiano, en su obra, las cosas se parecen a la gente, las cosas forman parte del alma del paisanaje, es el caso del alambre: “el alambre es un invento /al que no se da importancia/ y al que le debe la estancia/ utilidades sin cuento. Fue el alambre el elemento/ para lotear la pastura,/ protegió la agricultura/ y al resguarda tanto monte, / modificó el horizonte/ de nuestra inmensa llanura” El talento del poeta nacido una vez en Lobería y muchas tantas otras en los caminos, es el de reconocer en los objetos que lo rodean, un mundo donde la ternura es posible, él nos enseña a comprender con la lucidez de lo sencillo, la utilidad del alambre: “Cuando al hombre de trabajo/ la ropa se le rompía,/ con alambre la cosía/ por grande que fuera el rajo...cuando una tormenta viene/ o si el tanque ya está lleno, /un alambre tira el freno/ y el molino se detiene...cuando la leña era escasa/ y había que juntar cardo,/ con un alambre de fardo/ se traía pa´la casa...a una guitarra viejona,/ con mucha milonga encima,/ de alambre le vi la prima/ pa´envidia de la bordona.”
Luis Domingo Berho, el poeta linyera, traza un auténtico mapa cultural del hombre de campo, no hay manuales, ni reseñas históricas que pinten tan fielmente al pueblero, por ejemplo, al alambrador: “Temprano en la vagoneta/ salió pa´alambrar el cuadro./ alzó tenazas, taladro,/ pala de punta y barreta...y antes de que el sol saliera/ ya pa´l potrero ha rumbiao,/ pa´tirar un alambrao/ derechito a la bandera” Este poeta errante, también retrata al esquilador, pero no como un personaje pintoresco, sino que plasma su drama: “Abrojo que pincha feo./ Agarrador que se afana./ Playero juntando lana,/ a quien llaman benteveo./ El balido, el forcejeo,/ Puño que al final se apura/ pelando la última pata./ Y cambia por unas latas/ el dolor de la cintura” Lo mismo hace con el sacador de papa, con sus versos, don Berho, nos permite recuperar este oficio: “Sacador del campamento/ que sobre el suelo tendés,/ y en la rodilla ponés/ el plato de tu sustento./ Rival del sol y del viento,/ que ante el surco no se arrolla.../ Pa´vos mi décima criolla.../ y esa papa que sacás,/ que no te falte jamás/ cuando hay que echarle a la olla
La Poesía de Luis Domingo Berho no sólo nos permite recuperar un antiguo paisaje espiritual del campo, y el retrato fiel de sus hombres, sino que la genialidad de su obra consiste en la mirada filosófica con que consigue pintar el mundo familiar. Donde decenas de gaucho sólo veían una mera tranquera, don Berho contemplaba la gran metáfora del transcurrir la vida: “Por vos los enamoraos/ con esperanza pasaron./ Por vos en el sulki entraron/ los novios recién casaos./ A mercachifles cargaos/ les diste entrada y salida/ y en la última partida/ con un perro de cortejo/ por vos salió el vasco viejo/ cuando se jué de la vida”

6/28/2013

El guiso y el invierno del alma


El guiso y el invierno del alma
por Pedro Patzer*
 
El guiso es algo más que una comida, es el sinónimo de la palabra madre que se alcanza en el paladar. El sabor del abrazo que, cuchara a cuchara, nos quita el invierno del alma. El puente que une las orillas del gusto del mundo que perdimos y del gusto del nuevo mundo que podemos fundar en la ternura.
En el guiso persisten las horas consejeras de la abuela, y el sol del barrio, la pelota de trapo y la niñez de peluche. Porque el guiso es hijo de los patios y de la revoluciones de témpera, tiene algo de bicicleta y algo de rayuela, algo del Dios cotidiano y, algo del oro que el cartonero encuentra a diario. El guiso se parece al picado de potrero, conserva el gustito que carecen los fríos estadios y, también tiene algo de los viejos cines de pueblo, es pariente de la inocencia del balero y primo hermano del tuco dominguero.
El guiso no sólo se hace con sus clásicos ingredientes, pues el guiso necesita algo de esa nostalgia que el jazmín alcanza en el noviembre porteño, o de la melancolía que en los puertos desata el alba, o de los dibujos ,que en los pupitres de la escuela, los niños trazan el testamento de la infancia.
El guiso consigue su sabor casero, cuando acumula mayos, julios, nietos que llegan y abuelos que nos dejan, historias de andenes y tangos masticados luego de algunos vinos.
¿Cuántos años de truco y taba tiene el guiso? ¿Cuántos bodas de campo y cumpleaños de pueblo?
Sin embargo, el guiso es poción de resistencia. Todos somos ricos cuando en la cacerola el guiso exhibe su generosos tesoros: su perfume a hermandad, su burla de la intemperie, su cancionero de arroz, su folklore de lentejas, su comedia de fideos, sus manifiestos de papa, sus verdades de carne
El guiso es tan popular, que no se permite estar en los restaurantes de lujo, el guiso es protagonista de comedores, pensiones, casonas, porque el guiso, tiene el sabor de la gente que lo hace. Por eso hay guisos troperos y carreros, guisos de escuelas y guisos de presos.
Porque el guiso es la patria que se aprende y enseña con el amoroso sacrificio y la poderosa esperanza del que va entregándole de a poco, un nuevo gusto a la vida.

6/26/2013

MILAGROS HUMANOS


Milagros Humanos
por Pedro Patzer*
El milagro del santo consiste en sanar al leproso. El milagro humano radica en acompañar al leproso en su dolor.
El milagro del santo le devuelve la visión al ciego. El milagro humano ayuda al ciego a descifrar el misterioso color que sólo se alcanza en la ceguera.
El milagro del santo resucita al muerto. El milagro humano lo sobrevive en la memoria de los pueblos.
El milagro del santo multiplica el pan. El milagro humano es el hombre haciendo y luchando toda la vida por multiplicar el pan.
El milagro del santo abre en dos la mar. El milagro humano descubre que dentro de cada alma hay un mar esperando.
El milagro del santo hace al hombre levitar. El milagro humano hace del hombre un caminante.
El milagro del santo revoluciona el cielo de cada hombre. El milagro humano revoluciona el mundo del hombre que vendrá.

4/26/2013

"AGUAFUERTES PROVINCIANAS"

AMIGOS, ESTE MARTES 2 DE JULIO, 21 HS.  PRESENTO MI LIBRO: "AGUAFUERTES PROVINCIANAS" EN CÓRDOBA, EN  Cocina de Culturas Julio A. Roca 491 de la Ciudad de Córdoba con entrada gratuita


3/21/2013

LOS MAESTROS

Los Maestros
por Pedro Patzer*
 
Nunca he visto a mi padre leer un libro, jamás me habló de Homero, ni de qué es una metáfora, sin embargo nadie me ha enseñado más de la Literatura que él. Su drama, sus victorias y derrotas me hablaron de Shakespeare sin mencionar la palabra Shakespeare.
Jamás asistí a un curso sobre la época azul de Picasso, sin embargo haber padecido la crisis del 2001 y la matanza de Kosteki y Santillán me instruyeron en el alarido azul de esa etapa picassiana.
No estudié en el conservatorio, ni siquiera fui a una clase de guitarra, aunque conocer las manos de los mineros jujeños me enseñaron de qué está hecha la música de Ricardo Vilca.
Y el color de la hondura de los Juanitos Laguna de Berni los alcancé en los pibes que duermen en las escaleras de Plaza Constitución y la nostalgia del paraíso perdido que tiene el tango me la inculcó el anciano que cada atardecer le da de comer a las palomas.
¿Y Dios? Dios me lo explicó la sonrisa del moribundo, a Dios lo aprendí en el hasta mañana del agonizante, en el etcétera del desahuciado.

3/01/2013

Caballos Salvajes


Caballos Salvajes
por Pedro Patzer*
 
Al leer biología comprendemos a la naturaleza como hacedora de metáforas: el gusano se convierte en mariposa, aunque esto lo haga vivir apenas horas. ¿pero cuándo estuvo más vivo, en los años que fue gusano o en las horas en que fue mariposa? Muy pocos sonidos de la naturaleza representan la sinfonía de la libertad como el cabalgar de un caballo salvaje. Tal vez su andar se parezca al río sin nombre que surge en la montaña y que emancipado de cualquier mapa va trazando su curso, saciando la sed de los resignados paisajes.
Un caballo salvaje es como la bandera de ningún país, bandera dibujada por un niño que imagina una patria nacida del idilio entre una estrella fugaz y la una pelota de trapo. El caballo salvaje es la reencarnación de aquella flecha que el indio lanzó al aire hace siglos y hoy sigue buscando su horizonte libre.
Cabalga sin Dios, cabalga sin nombre, cabalga como un viento siempre forastero, cabalga, cabalga, cabalga como cabalga el solitario horizonte hacia la noche de la llanura.
Tal vez el caballo salvaje sea el rayo de una tormenta secreta, relámpago de las tempestades de los desiertos que en su trote halla las ciudades perdidas y los cantos secretos de los caminos.
Quizás los caballos salvajes nazcan de las canciones que no creamos, de los caminos que no transitamos, del recuerdo inmodificable, de la campana sonando en el domingo de la niñez. Caballos salvajes que cabalgan como el vino en el corazón nocturno del zafrero, cabalgan como una infancia que se aleja del moribundo corazón del adulto, cabalgan como el carnaval en el recuerdo de un exiliado de febrero.
Tal vez los caballos salvajes estén hechos de los potreros vacíos, de los trenes que perdimos, de la agonía de los barcos pesqueros y de los barcos fantasmas y de los charcos que carecen de barcos de papel. Quizás los caballos salvajes estén hechos de los atardeceres proscriptos en la celda, de las payadas sin Santos Vega, tal vez estén hechos de los patios sin rayuelas y del mundo sin Cortázar, de la lluvia en los hospitales, y de los cotidianos Waterloo que padecen los napoleones del Borda; de las calesitas clausuradas (calesitas sin caballos salvajes, sólo caballitos de madera e intemperie); de la multitud sin su caudillo, del pan duro que sólo multiplica hombres sin milagros.
Caballos salvajes que cabalgan como el guanaco sideral en el cielo austral, cabalgan como hijos del malón, cabalgan como los espectros de Felipe Varela y Quiroga en la copla, cabalgan como milonga urgente en busca de una guitarra.
Muchos afirman que ya no hay más caballos salvajes, yo creo que los caballos salvajes persisten en esos lugares que muy pocos llegan y que algunos habitan leyendo, escribiendo un libro, pintando, educando, amando, haciendo una revolución o simplemente cerrando los ojos y despertando hacia los paisajes de adentro.
¿Acaso cuando del barro del silencio se halla una copla, o cuando alguien hace de la muerte de cada lunes (de la existencia) un prólogo del milagro, no alcanza ese recóndito lugar donde habitan los caballos salvajes?


Tejada Gómez, el beso y la revolución
por Pedro Patzer*
Tejada Gómez a los quince años padeció la muerte un hermano, en ese instante sintió la necesidad de componer una plegaria, y sin saberlo, tal vez la furia propia de la pluma, lo condujo a escribir su primer poema, es decir, su primera oración al Dios de los Quevedos, al Dios de los César Vallejos, Al Dios de los Rubén Daríos, AL DIOS de los poetas. Esa necesidad íntima de escribir dejaría de ser una plegaria privada para transformarse en una canción con todos. Porque la obra de Tejada coincide con eso que sostenía Homero Manzi: “antes que ser un hombre de letras prefiero hacer letras para los hombres
La Poesía de Armando Tejada Gómez es un camino hacia nosotros mismos, una obra espejo del pueblo, porque la palabra de Tejada es parte de ese pentagrama del futuro que se escribe cantando, es una humana ventana para mirar la vida, porque la Poesía de Armando arde en nuestro corazones, con ese fuego que purifica y renueva, porque este poeta de la legua reúne en sus versos al rufián y al ángel, al cantor y a la ramera, y a todo aquella riqueza espiritual que expresa la hondura argentina.
Líder del nuevo cancionero, Tejada se propone hacer poesía con la conciencia popular, integrando las diversas voces de la Argentina en un gran canto, así, copleras del viento y hombres de río, chayas que saben a vinos de pobres, cuecas de tomeros, hombres de ají, canciones para forasteros y para niños en la calle.
Sin embargo, lo que más me interesa de la obra de Armando es su relación cercana con el canto, y esto me incumbe porque cuando la palabra es cantada por el pueblo, la palabra deja de ser palabra y se transforma en plaza, pan, pájaro, beso, recuerdo, bicicleta,  revolución.

2/17/2013

En el patio de la cárcel

En el Patio de la Cárcel
por Pedro Patzer*
He buscado  los códigos ocultos de la existencia, como por ejemplo, escuchar el eco de mi corazón en fastuosos templos donde Dios ha sido declarado desierto. También, he visto cómo los caballos salvajes no necesitan cabalgar el antiguo sendero, pues la libertad tiene un solo camino (comienza y acaba con cada caminante)
He visto el azul del relámpago rural y el amarillo de la soledad urbana, he  imaginado la ironía de un pajarito cantando en el patio de la cárcel.
He sido pasajero de trenes a ninguna parte (o quizás tenían como destino, el mismo que el viento alguna vez transitó mi infancia)
Demasiadas ocasiones he confundido andenes con muelles (aunque todo era cuestión de naufragios)
Las palabras no poseen semejante cantidad de música para interpretar la sinfonía de tantas ausencias, sobre todo cuando de tanto ver se comienza a ser lo visto. Por eso aprendí a llover sobre los tejados corrompidos por auroras. Por eso comprendo la irremediable soledad que desata en mí la palabra: “pajarito”

1/11/2013

La dignidad del fantasma

La dignidad del fantasma
por Pedro Patzer*
 
No hay nada más triste para un fantasma que regresar a esta vida  y encontrarse hecho estatua.
Es como si un guerrero espectral volviera de la muerte (alcanzada en el campo de batalla) y hallara su temible espada dibujada en un naipe, o que el intrépido Capitán, que sorteara innumerables tempestades, diera con su barco encerrado en una botella.
Los fantasmas poseen una dignidad que no les permite comprender por qué los vivos insisten en apresar a todo aquello que supo consagrarse a la aventura de la trascendencia.

La cultura popular es el anticuerpo que siempre salva a la Argentina

por Pedro Patzer Aunque nos quieran convencer de que los ladrones de las melodías, de las vocaciones, de los más hermosos vínculos del human...