6/14/2012

EL LUNFARDO DE DIOS







El lunfardo de Dios
por Pedro Patzer*
 
Dios chamuya en la boca de algunos hombres, Dios habla en la boca del mendigo que nos pide una moneda, porque sospechamos que nos está reclamando un algo más, quizás romper el mundo y construirlo desde un lugar mucho más humano, o nos invita a reconocer quién es el mendigo y quién el rico, porque sólo es rico el que está lleno de cosas que nadie podrá robarle nunca:¡No hay ladrón que pueda con la riqueza de un hombre libre!
Dios chamuya en la boca de aquella muchacha que entona nanas campesinas, canciones de cuna que arropan universos pequeños, Dios habla en la boca del pescador que de a orilla en orilla, multiplica milagros paganos, mientras la lavandera enjuaga las viejas banderas de los modestos naufragios de río. Dios chamuya en el canto del pájaro, que lleva al calabozo, todas las canciones del día que el preso tiene vedadas. Dios habla en el chillar de la vieja bicicleta del anciano cartero y en la mirada de Lola, la última chamán ona. Dios chamuya en el arco iris que se burla de hermosura del riachuelo contaminado y en el pan duro, en el río seco, en el bosque devastado (ahí Dios habla con ese idioma tan parecido al silencio) Dios chamuya en el sirviñacu en que los amantes prueban que cada día es una eternidad en el amor, y habla en el que planta un árbol, en el que levanta su voz en defensa de un cerro (Famatina no se toca, suele decir Dios, en la boca de algunos riojanos) Dios chamuya en la canilla que gotea infancia en el patio de un poema de Rafael Amor y en la radio AM donde la madrugada porteña se hace voz de Dolina.
Dios habla en el crujir del bote del jangadero , en las manos heridas del minero, en el movimiento de Viracocha en el maíz, en la coca que se mastica en la puna. Dios habla en murmullo de salamanca, chamuya en la boca de ese diablo tan lleno de milagros provincianos. Dios habla en la obrera de burdel, que tal vez dice la palabra necesaria, para que los náufragos de la noche alcancen la isla del día, y chamuya en los ejes de la carreta que el juglar de los antiguos caminos se niega a engrasar
Dios habla en el solitario galopar del caballo salvaje, Dios chamuya en los ladridos del perro de campo que le da la bienvenida al forastero y al fantasma
Dios habla en la boca del anciano que nos cuenta que el mar empieza en la mirada de una mujer, y chamuya en la boca de la mujer que nos enseña que el desierto comienza en su ausencia. ¿Pero Dios existe? ¿Pero este es un texto religioso? Dios chamuya en mi duda, en mi desconcierto, en mi asombro, en el tic tac del reloj que me sigue recordando, lo poco que dura este milagro

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