1/16/2012

Hay personas que nos enseñan a rezar con un abrazo



Hay personas que nos enseñan a rezar con un abrazo y a cantar con sólo recordarlas,  hombres y mujeres de los que aprendemos, que el beso sucede con nombrarlos y que nunca mueren porque que siguen siendo soñados, y esto es porque son almas que pasan por la vida siendo la vida misma, siendo el milagro humano, espíritus que inspiran al ángel cansado y despiertan de su hibernación, al animal sagrado, que dentro lleva el corazón del hombre.  Porque mientras los esclavos de la realidad hablan del fin del mundo, estos amos de la existencia trabajan para el comienzo del mundo, para que el mundo de una buena vez nazca y deje de ser este ensayo de tragedias para ser la obra sublime del porvenir. Entonces vemos claramente cómo en un mismo mundo existen profetas del ruido y músicos de la vida, traficantes de armas y misioneros, los que asesinan niños y los que bañan leprosos, los que sólo sueñan con ser millonarios y los que son ricos con las manos vacías. El problema radica en que los difusores “de la vida” se ocupan del relato que imponen los esclavos de la realidad. Así amanecemos con la noticia del asesinato diario o vemos al artista intentar hacer lo que “se vende”.
Tengo la sensación de que uno puede jugar a alejarse del íntimo alarido y disfrazarlo de murmullo ajeno, pero sospecho que eso suele enfermar el mensaje. Digo, si todos los días amanecemos con la muerte en directo, o si salen discos con canciones “normales” y así, seguimos y nos enamoramos bajo la doctrina del amor oficial, y vemos, por la cerradura de la vida (chiquita) lo mismo que todos ven, es irremediables que todos vayamos al mismo cielo, al aburrido cielo de los que jamás le preguntaron a la vida si tiene un segundo nombre, o mucho menos, la preguntaron a la vida, a su vida, si estaba enamorada. ¿De qué se puede enamorar la vida? – podría preguntarme alguien, pero creo que quién lo preguntara, quedaría automáticamente descalificado.
Todo esta reflexión me conduce a la Poesía, porque amigos, cada vez más estoy convencido de que el poema es al antídoto que nos cura de ese veneno que mediocremente llaman realidad. Les ofrezco un antídoto eficaz, para que cada vez que un esclavo de la realidad venga a envenenarlo, usted lea estos versos, del poeta pampeano, Edgar Morisoli y curará inmediatamente:
Antes que el sol se oculte, las palomas/ alzan vuelo hacia las ramas altas,/ para beber así hasta el último rayo/ de luz,/ hasta la última tibieza./ ¿Guardarán esa luz, el majestuoso/ púrpura del ocaso/ en su memoria,/ hasta que nuevamente asome el día?/ Ávido de esa lumbre/ y su consuelo, / mi atardecer busca las ramas altas”
PD:  Edgar Morisoli, es uno de esos que nos enseñan a atardecer con un poema
PEDRO PATZER

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