11/07/2010

LAS ALMAS




Las almas . Por Pedro Patzer
Para estos días tan tristes

“El nacimiento de las almas, es un secreto del abismo” – escribió el poeta Víctor Hugo.

¿De dónde vendrán las almas: de los antiguos cantos ceremoniales o del primer fuego que el ancestral hombre encendiera en medio de la oscuridad? ¿de qué misterio nacerán las almas: serán hijas del primer rumor del mar, del primer otoño del planeta, de la primera vez que un hombre se sumergiera en los ríos de una mujer? ¿De qué material estarán hechas las almas: telarañas o nubes, vestidos de novias o vendajes de momias, cardones o piedras? ¿Qué huracanes o brisas desatarán las almas, para encarnar seres tan diversos: Judas y Cristo; tiranos y profetas; mediocres y revolucionarios; genocidas y redentores, burócratas del día y artesanos de lo eterno?

¿Serán las almas, las estrellas escondidas que llevamos dentro del secreto cielo que somos cuando amamos, pintamos, cantamos, escribimos, reímos, lloramos, morimos?

¿Serán las almas esos payasos de luz que juegan en la oscuridad, cada vez que cerramos los ojos? ¿Serán las que “amarillan” las viejas fotografías, las que nos hacen tropezar con Dios y la nada, las que hacen del vino, el agua de la sed eterna del desesperado?

¿Los ecos de que cantos resuenan en las almas: serán los alaridos del milenario pastor en busca de sus ovejas, serán las plegarias de los hombres originarios de esta tierra que rezaban antes de que el dios oficial llegara a esta América?

¿Quién podría negar el alma? – ingenuamente me pregunto, como si no viera al mundo: a los que se burlan de los muertos (muertos que nacen en el corazón del pueblo); a los que buscan en los templos aquellas cosas que deberían encontrar en los ojos del niño pordiosero; a los mercaderes de la existencia, a los ladrones de las ilusiones, a los resignados, a los que niegan el milagro humano y envejecen esperando el milagro divino.

Pienso en las almas, y los artistas aparecen: Antonio Berni retratando el alma en los ojos de Juanito Laguna; Suma Paz alcanzando, en milonga, el alma de la llanura; Marcelo Berbel desnudando en verso el alma del viento patagónico; Nohién cantando el alma wichi del Pilcomayo; Sixto Palavecino representando el alma de los quichuistas.

Sólo quedan las almas: quién no aprenda el lenguaje de su alma, está condenado a ser eternamente el idioma de los otros, el alfabeto de la nada.

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